lunes, 26 de diciembre de 2016

RESENTIRSE HUMANO ES

Camino las calles de la ciudad, conduzco mi vehículo o me dispongo a iniciar  actividades en el hospital; encuentro personas con las que trato cotidianamente, u otras, a quienes cruzo en forma circunstancial. Observo sus comportamientos habituales, unos inconscientes como parte de la vida, otros dirigidos a las acciones que a cada uno compete. Percibo en ellos, una moderada dosis de desinterés, mal humor, agresividad encubierta por una mal disimulada falta de solidaridad. En el marco de las relaciones personales, veo cada vez con más frecuencia cierta tendencia al "individualismo", a un mal entendido "egoísmo", pues no me refiero al excesivo amor propio, sino a la aversión a compartir. 
Me pregunto entonces la razón de esta antipatía social, que olfateo como el aroma a algas en la rivera del Estrecho de Magallanes. Años atrás no la percibía, al menos no como "hedor". 
Esta cadena de reflexiones me conduce a pensar en el resentimiento, por lo que me obligo a buscar su significado: "...sentimiento persistente de disgusto o enfado hacia alguien por considerarlo causante de cierta ofensa o daño sufridos y que se manifiesta en palabras o actos hostiles".
Desde chicos somos aleccionados en reglas, normas, muchas veces encubiertas por la palabra "modales" o "normas de convivencia". Éstas, con el tiempo se van convirtiendo en "clichés", ideas o expresiones que por demasiado repetidas, acaban por instalar en nuestro   interior los juicios de los demás (instituciones, organismos sociales, autoridades oficiales) desplazando nuestros "propios valores". No sorprende entonces, que estas definiciones institucionalizadas, que de alguna forma nos niegan como personas persistan en la madurez.
He ahí, pienso, donde radica la razón de la desazón social, expresada cada vez con más violencia: el resentimiento consolidado a lo largo de la vida (desde pequeños) por la acumulación sucesiva de mandatos que en el fondo rechazamos y que nos vemos obligados a aceptar y cumplir en pos de la convivencia social. Y bueno..., al final el vaso se desborda.

martes, 6 de diciembre de 2016

PRESENTACIÓN

Bienvenidos a este espacio, los que desde ahora serán mis amigos del pensamiento. No estoy seguro que el tema a considerar me  granjee muchos amigos, ya que es humano ser poco tolerante con las ideas que salen de lo convencional, atreviéndose a decir lo que se piensa y no lo que se debería pensar. Pues bien, a partir de hoy compartiré con ustedes aquello qué, aunque no queda bonito decirlo, se elabora en la usina intelectual que llevamos sobre nuestros hombros a todos lados, encerrada en una caja ósea, el cerebro. 
Justamente ese pequeño órgano (comparado con otros de la anatomía humana), nos valió la denominación de homo sapiens. ¿Sapiens?. Me pregunto si somos verdaderamente sapiens. En el fondo reconozco que la anterior es una pregunta retórica, estimando que muchos son solo "portadores de apellido", es decir, poseen el calificativo simplemente por la herencia evolutiva, ya que portan cerebro como una cuestión meramente ornamental.
Pero no se trata de decir cualquier cosa que se me pase por la cabeza (pues en la mente el desfile de pensamientos es infinito), sino de desafiar aquellos clichés que venimos y seguimos escuchando y que por alguna razón, no nos cierran en ciertos aspectos, tal vez en ninguno.
Espero que les resulte entretenido.Tal vez descubramos que sobre todo, no está todo dicho.