domingo, 5 de febrero de 2017

DEVOTOS DE SAN CAYETANO


Cómo médico, trabajo en el Hospital Regional de Río Gallegos desde hace tres años y monedas. Cómo profesional, me hallo en el ruedo desde hace treinta. Por cuestiones profesionales y personales mantuve alejamiento en el ínterin de la profesión, en lo público, durante unos cinco años. Ese período de impas, durante el que me forme en otra especialidad diferente de la que poseía después de graduarme, me sirvió para apreciar la transformación que va experimentando el sistema médico asistencial y la actitud profesional misma a medida que pasan los años, en consonancia con los cambios político sociales del país y el mundo.

No me detendré en explicar mi visión acerca de las mutaciones en la asistencia médica dentro del sistema de salud, porque es tema largo que implica análisis de precedentes, relaciones de causa efecto y demás hierbas que no vienen al caso en este artículo. Sí conviene hacer una síntesis de lo que hace a la conducta de los colegas.
No se aún si, por inadecuada formación técnica, decepción social, presiones del sistema médico donde nos encontramos insertos (que nos obliga a asistir mayor cantidad de pacientes en menos tiempo y "por la misma plata"), o directamente por desgano y falta de incentivos; lo cierto que hoy, siendo especialista en Imágenes y habiendo transcurrido la mayor parte de mi carrera profesional cómo cirujano, puedo apreciar y confirmar (al principio era solo impresión), la actitud gestora de mis colegas en cuanto a la asistencia del enfermo (digamos el consultante) en cuanto al acto médico inicial y el seguimiento. Percibo un aroma, un clima si se quiere, en que al médico le basta con recibir al paciente,  escucharlo a las apuradas, realizar un examen físico somero (cuando no lo saltea) y por último, "transferir el trabajo y responsabilidad del diagnóstico" a los métodos otrora denominados "complementarios", y que hoy se convirtieron en centrales para este fin:  análisis de laboratorio y, fundamentalmente,  diagnóstico por imágenes (Radiología, Ecografía, Tac y Resonancia magnética). Atrás quedaron aquellos principios de "...no existen enfermedades sino enfermos..., ...la clínica es soberana..., ....el que no sabe lo que busca no entiende lo que halla..."., y otros muchos etcéteras que nos inculcaban los maestros de tanto en tanto durante las largas y a veces abrumadoras clases en la facultad y en los posgrados. Por supuesto, todo esto dentro de un riguroso cumplimiento de horarios de ingreso y salida. En cuanto al seguimiento, bueno "hágase el estudio y después se lo trae al médico que esté de turno...". Es decir, "ya cumplí".
En su accionar, se parecen al santo que da trabajo a todo el mundo. La diferencia, es que San Cayetano no cobra honorarios.

domingo, 8 de enero de 2017

DESGLOBALIZACIÓN ¿Borrón y cuenta nueva?

Con Donald Trump, el mundo entra a la era de "desglobalización"

Pienso que la pregunta se justifica, si deducimos que la fantasía del mundo "ideal" sin fronteras, del bienestar global sustentado en el "consumismo" desprovisto de las bases culturales de trabajo, equidad y solidaridad; solo contribuyó a la ampliación de las brechas existentes antes de 1990, y al "engorde" de los grupos de poder mundial. Entonces me pregunto, globalización... ¿para qué? ¿Para eliminar fronteras a la libre circulación de capitales limitando el acceso a bienes básicos de la mayor parte de la humanidad; debilitando progresivamente la autonomía y soberanía e independencia del Estado Nación en favor de un poder privatizado, cuyo verdadero rostro se oculta al ciudadano común, de buena voluntad e inocente? ¿Es la Democracia el régimen político superador para llevar la felicidad a los pueblos? ¿O solo conformó el instrumento de un grupo de intelectuales para apoderarse del tesoro de las naciones a expensas de masas pobres e ignorantes, más bien una Demos gracia?

lunes, 2 de enero de 2017

SOLIDARIDAD PRESTADA

Solidaridad prestada
Detesto la gente solidaria..., ¡con el esfuerzo de otros! Me explico:  para ello expongo una situación puntual.
Viernes a la tarde, feriado en la provincia de Santa Cruz previo a Navidad (como todos los años); me encuentro en la fila de caja del Hipertehuelche (supermercado de materiales de construcción y otros afines) presto a pagar un artículo de jardinería. Mientras aguardo mi turno, en una espera larga y tediosa para mi alicaída paciencia, el cajero tuvo el tino de llamar a una cliente, embarazada ella, quien se hallaba tranquila esperando en otra caja ser atendida. Debo aclarar que la señora, bonita y joven, no debía cursar más que la 20° semana de gestación (cuatro meses aproximadamente), a "ojo de buen cubero". Otra cosa: no existía indicador alguno sobre "prioridad a embarazadas, discapacitados... etc. en ninguna de las cajas, lo que coloca en sobre aviso al resto de los clientes sobre la prioridad de atención si surgiese el caso.
Por supuesto, estoy de acuerdo en que se dé prioridad a las personas con capacidades reducidas, circunstanciales o permanentes. También sostengo qué, tanto el amor, la caridad, la beneficencia y otras "hierbas altruistas" por el estilo, son actitudes "voluntarias", nó compulsivas u obligatorias. Es loable que las personas ayuden a los demás, siempre que esta ayuda sea una actitud libremente elegida por la persona que desea hacer ese bien, no impuesta, ya sea por compromiso, costumbre o mandato social instalado.
Nos acostumbraron de pequeños a cumplir con normas sociales (teóricamente humanitarias,    solidarias, que, no solo  a veces no concuerdan con los valores éticos y razonables de cada uno, sino que su aplicación resulta absurda en muchas ocasiones. Además, significa la respuesta a mandatos que, a fuerza de "uso y buenas costumbres" acaban imponiéndose a modo de dogma sin que a nadie se le consulte. Se suprime así, un principio fundamental en el equilibrio emocional individual y social, la "libertad de elección y decisión".
En este caso no me indigna la actitud y aptitud de solidaridad que, como dije antes, me parece "elevada"; sino la de suponer, por parte del cajero (en forma autoritaria e inconsulta), que quienes aguardábamos en la fila aceptábamos a "pié juntillas" su decisión, a expensas de nuestro tiempo y voluntad. Seguramente si nos hubiese preguntado si permitíamos la atención prioritaria, todos habríamos asentido, o yo al menos. Pero caldea mi sangre latina el hecho que me dejen fuera del derecho supremo a decidir. 
A juzgar por la falta de reacción en los demás, pareciera que a nadie molestó, tal vez porque nadie profundizo en la cuestión, actitud que no me sorprende de una sociedad adocenada, anestesiada, a la que todo "le chupa un huevo"; habituada a una "falta de respeto" institucionalizada, pan nuestro de cada día.
Me sucedió algo similar en otra ocasión, también en un supermercado, cuando discretamente protesté y termino en un incidente por el que casi intervienen agentes de seguridad y yo preso por antisocial e inhumano; en aquella oportunidad solo opté por hacerme el "dolobu" y "comerme el garrón".
En fin..., me consuelo ante este incidente recordando el spot de Les Luthiers: ¡"El que piensa..., PIERDE!

lunes, 26 de diciembre de 2016

RESENTIRSE HUMANO ES

Camino las calles de la ciudad, conduzco mi vehículo o me dispongo a iniciar  actividades en el hospital; encuentro personas con las que trato cotidianamente, u otras, a quienes cruzo en forma circunstancial. Observo sus comportamientos habituales, unos inconscientes como parte de la vida, otros dirigidos a las acciones que a cada uno compete. Percibo en ellos, una moderada dosis de desinterés, mal humor, agresividad encubierta por una mal disimulada falta de solidaridad. En el marco de las relaciones personales, veo cada vez con más frecuencia cierta tendencia al "individualismo", a un mal entendido "egoísmo", pues no me refiero al excesivo amor propio, sino a la aversión a compartir. 
Me pregunto entonces la razón de esta antipatía social, que olfateo como el aroma a algas en la rivera del Estrecho de Magallanes. Años atrás no la percibía, al menos no como "hedor". 
Esta cadena de reflexiones me conduce a pensar en el resentimiento, por lo que me obligo a buscar su significado: "...sentimiento persistente de disgusto o enfado hacia alguien por considerarlo causante de cierta ofensa o daño sufridos y que se manifiesta en palabras o actos hostiles".
Desde chicos somos aleccionados en reglas, normas, muchas veces encubiertas por la palabra "modales" o "normas de convivencia". Éstas, con el tiempo se van convirtiendo en "clichés", ideas o expresiones que por demasiado repetidas, acaban por instalar en nuestro   interior los juicios de los demás (instituciones, organismos sociales, autoridades oficiales) desplazando nuestros "propios valores". No sorprende entonces, que estas definiciones institucionalizadas, que de alguna forma nos niegan como personas persistan en la madurez.
He ahí, pienso, donde radica la razón de la desazón social, expresada cada vez con más violencia: el resentimiento consolidado a lo largo de la vida (desde pequeños) por la acumulación sucesiva de mandatos que en el fondo rechazamos y que nos vemos obligados a aceptar y cumplir en pos de la convivencia social. Y bueno..., al final el vaso se desborda.

martes, 6 de diciembre de 2016

PRESENTACIÓN

Bienvenidos a este espacio, los que desde ahora serán mis amigos del pensamiento. No estoy seguro que el tema a considerar me  granjee muchos amigos, ya que es humano ser poco tolerante con las ideas que salen de lo convencional, atreviéndose a decir lo que se piensa y no lo que se debería pensar. Pues bien, a partir de hoy compartiré con ustedes aquello qué, aunque no queda bonito decirlo, se elabora en la usina intelectual que llevamos sobre nuestros hombros a todos lados, encerrada en una caja ósea, el cerebro. 
Justamente ese pequeño órgano (comparado con otros de la anatomía humana), nos valió la denominación de homo sapiens. ¿Sapiens?. Me pregunto si somos verdaderamente sapiens. En el fondo reconozco que la anterior es una pregunta retórica, estimando que muchos son solo "portadores de apellido", es decir, poseen el calificativo simplemente por la herencia evolutiva, ya que portan cerebro como una cuestión meramente ornamental.
Pero no se trata de decir cualquier cosa que se me pase por la cabeza (pues en la mente el desfile de pensamientos es infinito), sino de desafiar aquellos clichés que venimos y seguimos escuchando y que por alguna razón, no nos cierran en ciertos aspectos, tal vez en ninguno.
Espero que les resulte entretenido.Tal vez descubramos que sobre todo, no está todo dicho.