viernes, 14 de junio de 2019

GUERRA DE MALVINAS: crónica de una congoja


El 14 de junio de 1982 es una fecha que marca el final de una guerra, la del Atlántico Sur.                                                                         Guerra de Malvinas - Resumen, Causas y Consecuencias - ProfeenHistoria   
 El Acta de Capitulación -exhibida y mecanografiada por el ejército británico en ambos idiomas-, se firmó al final de la segunda reunión mantenida entre los bandos, durante las que se acordaron las condiciones de rendición: modificación del término "rendición incondicional" por "preservar vidas humanas", evacuar la ciudad inmediatamente, entregar el armamento y un reaseguro de que la Fuerza Aérea Argentina no atacaría más, y otras. Además, en este segundo encuentro entre los oficiales, el General Jeremy Moore expresó "su reconocimiento profesional hacia los aviadores argentinos".

Después de la capitulación, el gobierno de facto argentino anunció, en el comunicado 165, que se estableció "el cese del fuego y el retiro de las tropas para evitar mayor derramamiento de sangre", sin que jamás se hablara de rendición.
  Entre bambalinas, el destino de aquella lucha estaba sellado varios días antes, y los acontecimientos del 14 sólo significaron la frutilla final del postre británico. Todo esto, simple y desgraciadamente, debido a la superioridad del poder militar británico, el aumento de sus ataques aéreos, navales, de artillería y su avance desde varios frentes. Más el agregado del desgaste y las limitaciones de abastecimiento de las tropas nacionales en el terreno.

Existieron otros detalles -no revelados hasta hace poco- que integraron el día de la frustración: la resistencia heroica frente a un enemigo implacable que avanzó a sangre y fuego; el plan de contingencia -operativo Buzón- presentado a Galtieri por el General Daher y los coroneles Cáceres y Cervo, pudiendo frenar el avance inglés, y que fuera rechazado; y otros relativos a cuestiones estratégicas dentro de la comandancia del Ejército que no vienen al caso desarrollar demasiado aquí: cómo que al General Mario Benjamin Menéndez, que se negó a abandonar sus tropas ante el inminente ataque británico para ir a presentar a Galtieri el plan Buzón, no le permitieron acompañar a sus tropas cuando abandonaron las islas hasta tanto éstas se hubiesen retirado; y otros etc.

Treinta y siete años después, mientras observaba las fotos de entonces, sentado frente a la computadora de mi escritorio, pensaba -pienso-, en los 630 caídos en los combates; los 74 frenéticos días de lucha en las islas; en las cenizas del General Menéndez y las de su hijo, que también combatió en Malvinas en el Regimiento 5, llevadas allí por un grupo de veteranos para que yacieran junto a las de sus tropas... Y no logro evitar que la bilis de la amargura sature mi garganta, y espíritu. 
Me pregunto, en vista de la realidad de nuestros días, saturada de mediocridad y de traición política al Estado y al Pueblo de la Nación Argentinos; si la entrega suprema de todos ellos tuvo algún sentido. Mientras tanto, viene a mi memoria la enseñanza del titular de Química Biológica de la Facultad de Medicina en Córdoba aquel 2 de Abril de 1982. Esa mañana, desde su estrado del aula magna, haciendo alusión al desembarco del Ejército argentino, el Profesor Antonio Blanco nos dijo: "Muchachos, aprendan a reconocer los verdaderos enemigos".


lunes, 10 de junio de 2019

PARASITISMO SOCIAL

Parásitos unicelulares: las protozoosis en veterinaria –– Mis animales      Pienso que, a través de la historia, las personas se dividen entre los que viven para la vida, y los que viven de la vida. En otras palabras, aquellos que ingresan en la existencia con el ánimo de crear, producir, construir; y los oportunistas -paracaidistas- que se aprovechan de las diferentes circunstancias que se les presenta para sacar el rédito más conveniente sin haber aportado un ápice de pasión, trabajo, creatividad, sacrificio, dedicación. Es decir, los eternos seres prácticos que se disponen para el lado que sopla el viento, usufructuando todo lo que la naturaleza y el trabajo de otros crearon.
    
    Después de exprimir "la teta hasta la última gota", desaparecen sin dejar rastros y al poco tiempo la amnesia colectiva los olvida sin penas ni glorias. Pero hasta entonces, levantaron todo lo que pudieron..., y se salvaron.
   En cambio, para los otros, los que arriesgaron, trabajaron, responsables constructores y actores de la vida social, solo quedaron algunos honores y muchas cargas, un efímero recuerdo y, en el mejor de los casos, ciertos dividendos materiales y espirituales, cómo la satisfacción del deber cumplido, por supuesto, a costa de renunciamientos, cachetazos y sinsabores y una "cicatriz" provocada por los años de desgaste corporal y psicológico.
   No hablaré de injusticia, porque la justicia humana es una entelequia desdibujada en el laberinto de los siglos. ¿Pero no les parece para nada equitativo? ¿De que lado está?

martes, 1 de enero de 2019

EL SER MÉDICO: 32 años después

   Más de tres décadas pasaron desde el 23 de diciembre de 1986, el día de mi graduación en la Universidad Nacional de Córdoba. A través de este lapso presencié vivencias de vida y de dolor. Conocí lo más sublime, también lo más oscuro. Aprendí a conocerme y a conocer a los demás a través de comportamientos simples, unidad primaria del entramado psicológico y espiritual de los individuos. Nada, o casi nada, fue desaprovechable para la construcción de esta profesión, que en su camino dejó un reguero de ingratitud, soledad, desilusión, hipocresía. La belleza, la inocencia y la esperanza fueron imágenes que poco a poco perdieron nitidez, al punto que en los últimos tiempos se tornó difícil mantener una visión consoladora del mundo y de la vida, tal como me lo adelantara Esculapio 3000 años atrás.
Jubilaciones y negocios: la lucha interna en la Caja de Médicos ...   Con escepticismo -quizá pesimismo, no lo se-, pienso en la incomprensión que somete nuestra existencia y me veo en la periferia del mundo. Así, sin advertirlo, arribo a mi destino drástico de aislamiento, separado de una realidad de apariencias falaces, confianzas ingenuas, goces inocentes.
   Asimismo, medito en la convivencia como en algo frustrado. ¿Quién puede compartir la vida con miembros de esta élite, que ve tras lo superficial, encontrando la fealdad oculta detrás de la belleza?, ¿que descubre la marcha de la muerte, caminando sigilosa sobre la esperanza?
   Conformamos una élite de impasibles. Una aristocracia que nada espera más allá de lo que el presente ofrece, pero a la vez se regocija en pequeños logros: el alivio del dolor, la curación de la herida, calmar la ansiedad, una cirugía exitosa, descubrir la imagen oculta en la radiografía...; productos todos que, ¡oh dolor!, no podemos compartir. 
   Cuando se llega a la profundidad de la existencia y la miseria de la naturaleza, descubriendo el núcleo de la existencia en la verdad científica, cuesta volver a formar parte de un mundo que cree sin ver, que espera bondad sin localizar a los buenos; que ríe y festeja por el hecho de estar vivo, pero a la vez  soporta minusválido una existencia miserable.
   No creo que la totalidad de mis colegas compartan esta mirada. Aún así, como médico me conformo y me resigno. Alcancé el privilegio de conocer al hombre en su desdicha, en su alegría, en su destino.