lunes, 17 de septiembre de 2018

EL BANCO: enemigo público

Hallándome en la fila para ser atendido, contemplé una institución creada hace siglos, tecnificada progresivamente para el robo y la usura. Encontré a cientos de personas, unas organizadas jerárquicamente como empleados; otras consumidoras obligadas. Todos, empleados y clientes, desfilando por sus claustros, de 8 a 13 y de lunes a viernes, oficiando de cómplices -por conveniencia, ingenuidad, indolencia, o todos juntos-, responsables en conjunto para sostener la artillería pesada del poder mundial: el sistema financiero internacional.
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Nada me genera tanta irritabilidad que verme "obligado" a concurrir a este centro, depredador de mentes y bolsillos inocentes, por algún trámite financiero o administrativo. Al igual que el embudo, todos debemos pasar por allí, unos conscientes y otros no tanto, para rendir pleitesía al imperialismo dinerario. Nadie escapa al "triángulo de las Bermudas", que hoy te absorbe más aún mediante la bancarización de haberes, que te obliga a abrir una cuenta para cobrar el salario. Sin hablar de los servicios que te enchufan sutilmente mezclados en los paquetes de tarjetas de créditos, o con sutiles y fastidiosos llamados telefónicos realizados por el "esclavo" del call center. La treta, es el insignificante costo del producto ofrecido, en proporción al beneficio de poseer un seguro contra robos a la salida del banco, o la cobertura contra daños ocasionados durante los atracos (?). Sin que nos demos cuenta quienes son los verdaderos beneficiarios de la transacción, recaudando pingües ganancias extrayendo unos pocos pesos a cada uno de los miles de clientes cautivos.
Y parece imposible escapar de la telaraña. A menos por supuesto, que el pardaje despierte de la embriaguez consumista ocasionada por el dulce y engañoso licor del sacro santo mercado.